viernes, 25 de enero de 2008


En la oscuridad del campito
donde una horda de duendes atacan sin piedad;
tu guerrero, en el floema,
ahí, laburando entre la sabia,
defiende con cara monstruosa las ramas
que de tu piel brotan a gemidos
dejando a pleno parpadeo de luz
imágenes de tu carne agrietada
y eso de tu verdad

Ahí, en medio del campito

Y como un paso de bueyes,
como el barro pisoteado,
resisto, seco y polvoriento, el rocío de luna
que tu boca deja caer todas las noches
sobre el espacio que hay entre mis uñas y mi cárcel
para así poder dislocarme las articulaciones con dolor
y quedarme tirado
ahí, tirado

en medio del campito

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